por: Carlos Galán*
Hace poco fui a escuchar un encuentro coral en la sede de Gente de Arte y Antonio González me obsequió algunos ejemplares de «Vuelo». Allí encontré la transcripción de unas palabras pronunciadas por Antonio Requeni en 1991, al cumplirse cincuenta años de la fundación de la asociación, y su lectura me hizo volver, en la memoria, a los años de mi infancia en que acompañaba a mi padre en algunas de sus actividades en Gente de Arte.
Él no estaba entre los fundadores, pero se incorporó en los primeros años, quizás en 1942 ó 1943. Son recuerdos un poco borrosos (estamos hablan-do de hace sesenta o sesenta y cinco años), algunos nombres se me escapan, pero sin embargo estos recuerdos remueven en mí cosas muy profundas.
En primer término, los lugares: la primera sede, en 25 de Mayo y Mitre, en los altos del viejo Bazar Dos Mundos (hoy el Petit Bar). Después, el Club Pueblo Unido; como en una película, me veo jugando en el balcón del primer piso de la casona de la calle Lavalle, mientras los grandes montan una exposición. Y finalmente, la casa de Belgrano y Lavalle, en la que tanto se trabajó para adaptarla a las necesidades de la asociación.
El escenario, con todo lo necesario para las funciones teatrales y con un piano de media cola, usado frecuentemente para conciertos; la sala principal, que tanto podía ser auditorio como salón de exposiciones, las aulas…
Y en segundo término, lo más importante: las personas. El Dr. Juan Enrique García, presidente duran-te muchos años, hombre de voz profunda y actitud siempre serena; vivía en un primer piso, frente a la sede del Racing Club, era director del Hospital de Wilde y durante algún tiempo fue pediatra mío y de mi hermana.
Jorge Paredes, cuya imagen se me presenta borrosa, pero de quien recuerdo sobre todo la tristeza en mi casa por su muerte prematura, y el so-neto que papá le dedicó (y que está en «Canciones de la ruta y del alma», el libro que Gente de Arte publicó en 1948), aquel que comenzaba diciendo:
Te evoco en estas calles tan amigas
que conservan tu sombra fatigada,
y tu voz sin color, tu voz vencida,
está envuelta en la bruma y apagada.
Juan Vidaillac, «el francés», de quien me llamaba la atención su boina; el vasco Bedecarats, alto y corpulento, que pintaba paisajes urbanos en pequeño formato; Moretti, de quien recuerdo naturalezas muertas, que se ganaba la vida pintando carteles de remates; José Martino, que muchos años después vendía sus pinturas en Caminito; Pagotto, de quien conservo un retrato de papá, muy bien logrado; Berta Bidondo, Suchac… Seguramente se me escapan otros nombres; estos eran pintores, pero también había poetas, como Isidro Buedikman, Reina Eva Schvetz y otros que no recuerdo.
Y por cierto también me acuerdo de José Luis Menghi y de Rafael Muñoz, con quien papá compartió una exposición de cuadros en Azul, y que ilustró el libro de poemas que mencioné antes. Durante años, muchos de los que he nombrado se reunían para cenar los sábados, por lo general en «Los Angelitos», de la Avenida Mitre, o en «La Armonía», de la calle Sarmiento. En mi adolescencia acompañaba a veces a papá a esas cenas, plenas de camaradería y de inquietudes artísticas.
En ese grupo había un personaje notable: José Cambareri, bajo y gordito. Era el cobrador de Gente de Arte, y durante años se lo vio recorrer incansablemente las calles de Avellaneda, cobrando cuotas de muchas entidades diferentes. Después, los cobradores desaparecieron. Cambareri no era artista, pero se había identificado de tal manera con Gente de Arte, que formaba parte de ese grupo como uno más, y así era considerado.
Tengo un recuerdo especial del grupo de teatro que dirigía Juan Carlos Bernal (creo que su verdadero apellido era Occhipinti). Ese grupo, que actuaba generalmente en Gente de Arte y en el Teatro Roma, participó en un certamen de teatro vocacional, y ganó la competencia en la provincia de Bue-nos Aires, lo que le dio el derecho a disputar la final nacional. Recuerdo haber ido al Teatro Presidente Alvear a presenciar su actuación; no ganaron, pero su principal figura femenina logró el premio a la mejor actriz. Se llamaba Delia Melliapioni (o algo así), y trabajaba como empleada en la Librería Sarmiento, que estaba en la Avenida Mitre casi Chacabuco, cerca de la vieja Municipalidad.
También recuerdo una actuación suya en la sede de Gente de Arte, interpretando un monólogo de Eugene O’Neill, muy impresionante. Creo que a fines de la década del cincuenta, muchos del grupo que mencioné antes, entre los que estaba papá, se separaron de Gente de Arte y fundaron otra entidad de artistas, el «Grupo Sur», que tuvo su sede en la calle 9 de Julio, en un edificio de propiedad de la masonería que había sido ocupado antes por Leales y Pampeanos.
No sé cuáles fueron los motivos de ese cisma; de todos modos, ese grupo no sobrevivió a sus integrantes. Como se ve, no fui protagonista de estos recuerdos, sino espectador, porque nunca participé en las actividades de Gente de Arte, salvo un breve y frustrado intento de tomar clases de dibujo. Pero en aquellos años Gente de Arte fue parte importante de mi vida porque lo era en mi casa, y por ello guardo un especial cariño por esa institución, cuya vitalidad actual celebro.
* Su padre es el poeta y pintor: Wilfrid R. M. Galán, que fue tesorero y secretario general de la entidad en los años 1941, 1942, 1949 y 1950